Había una vez una plantita que todas las noches soñaba que era una Palmera y que se encontraba en la playa mecida por la brisa.
En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba el tallo demasiado alto, las ramas demasiado pesadas, las raíces demasiado profundas y sus frutos duros; bueno, que todo ese gran tamaño le impedía ser una plantita de jardín, así como sufrir a conciencia cayéndose algunas hojas de su ramita.
En realidad no quería estar tan alta o en la orilla de la playa. Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser Palmera para mover sus ramas, y se sentía tristísima de ser una plantita, y por eso se mecía tanto, y estaba tan inquieta, y se le caían sus hojitas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a estar serenita en su maceta.
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