Cerca de la playa, en una
palmera, un niño trataba de tumbar un coco. Al bajarse, un escorpión venenoso
lo mordió - ¡Hay! – dijo el niño todo asustado-. Pasaron algunos segundos,
minutos, horas, y días sin que el sorprendido niño muriese de la mordedura.
-¡Seguro que me muero en cualquier momento! -,
se estuvo diciendo el niño durante muchos días. El veneno lo tengo dentro y
esto no tiene remedio. Resultó que nuestro niño solo tuvo una pequeña fiebre.
Su cuerpo era resistente a la ponzoña del vil escorpión. De haberlo sabido, podría haberse
evitado temores y preocupaciones.
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