
Aquí sentada mientras espero que llegue el
“ayudante” para que le lleve esta comida a mi hijo, no puedo hacer otra cosa
que repasar mi vida y contársela a ustedes, aunque no tengo muy claro para qué.
Quizá para desahogarme, para frenar un poco esta rabia que no puedo gritar,
porque me harían callar.
Sí, ya se que piensan que soy su madre, que qué voy
a decir si es mi hijo, que pesa más el corazón que la cabeza. Pero no crean que
espero que todos ustedes me comprendan, no, que lo único que quiero es que me
escuchen. Ustedes no van a poder hacer nada por cambiar esto, ni yo tampoco lo
pretendo, que quede claro. Bien sabe la vida que ya he aprendido a conformarme,
a aceptar lo que venga con resignación. Soy pobre, pero no pendeja. Y no rezo
cada noche para que mi situación cambie, lo que le pido a Dios es que me de
fuerzas para seguir viniendo cada día, para que Domingo no acabe en el olvido
como le pasa a la mayoría de los que están igual que él. Que eso es lo triste.
Así terminan: en las celdas de esa maldita cárcel, sin posibilidades ya de
salir porque nadie se acuerda de ellos, convirtiéndose en uno más, en uno de
esos tantos.
...Míralo, ahí viene el “ayudante”, con esa cara de
poder, como si no supiera que en realidad es tan desgraciado como yo...
Ya sabía que no me iba a hacer caso, pero tenía que
intentarlo. Lo malo es que está anocheciendo y no dejé la cena preparada. Menos
mal que Nuri se hará cargo. Que se está portando muy bien esa hija mía del alma
a la que no supe encaminar. Ya me la puedo imaginar a ella dentro de diez años
en este mismo lugar, sentada aquí donde yo estoy, trayéndole comida a uno de
sus ahora pequeños. Porque la vida da vueltas y se repite. No quiero decir con
ello que mi madre, que Dios la tenga en su gloria, se encontrara algún día en
esta situación (no, eran otros tiempos, entonces no te metían en la cárcel,
directamente te hacían desaparecer). Pero que alguien me explique si no cómo es
posible que a ella la abandonara mi padre, que a mí me terminara dejando el que
nunca llegó a ser legalmente mi marido (porque ya estaba casada con otra) y que
el condenado ese que dejó preñada por tres veces a la Nuri desapareciera con la
última barriga.
Mi pobre Nuri... No supe evitar que pasara por lo
mismo que yo. Me quedé sola cuando los muchachos estaban en la edad más
difícil, y entre el trabajo y la casa se me escapó. Por ser la más grande y
hembra dejó de estudiar para ayudarme con los pequeños... Sí, qué bien lo veo
ahora, de lejos, cómo se repetía la historia, pero entonces no fui consciente.
Lo normal era que una chica ayudase a su madre en la casa. Y ahora ya no sabe,
no puede hacer otra cosa.
Ni siquiera ha encontrado a un hombre que la trate
mejor. En eso yo tuve más suerte. Ya grandes los muchachos apareció Francisco.
A la Nuri no le hizo mucha gracia, al fin y al cabo era la que más se acordaba
de su padre y de lo que me hizo sufrir. Pero Francisco es bueno. No soy la
única, eso lo sé y lo acepto, no estamos ya para poner condiciones, pero me
trata bien, trae dinero a casa y se porta con los muchachos, aunque no sean
hijos suyos. Y las comadres por fin me dejaron en paz. “Que se te va a pasar el
tiempo y la edad no perdona”, “que luego, con arrugas, ya no te va a querer
nadie”, “que un macho es necesario en una casa”, “que no puedes quedarte sola”.
Qué pesadas se pusieron.
...Bueno, ahí viene otra vez con su misma cara. A
ver si ahora tengo más suerte...
Creo que me vuelvo a casa con la comida. Hoy ese
desalmado tiene el día torcido, seguro que ha quedado con la novia después del
trabajo y le querrá brindar unas cervezas, por eso no da el brazo a torcer.
Como que no le hubiera dado yo el dinero si lo tuviera, con tal de que mi
Domingo comiera caliente...
Me cuesta entender a estos desdichados. No paro de
preguntarme si no tendrán madre, si no sentirán un mínimo de respeto, de
compasión, por unas mujeres mayores que lo único que hacen es preocuparse por
sus hijos. Qué malo es eso de creerse con autoridad. En realidad ellos no son
más que unos pobres desgraciados, pero tienen fuerza ante nosotras, pueden
jodernos la vida y lo hacen.
Yo me he esforzado por conseguir que mis hijos sean
unos buenos muchachos, y lo he logrado, por eso digo que Domingo no se merece
estar ahí dentro. Él nunca ha dado problemas, consiguió su trabajo en la
fábrica, incluso participa en alguna actividad de la parroquia. Cierto que se
toma su cerveza de vez en cuando, pero ni siquiera toca el ron, y a las dos
novias que ha tenido las ha tratado con respeto. Pero tuvo que pasar por el
puente en el peor momento. Mira que se lo advertí tantas veces: “Hijo, da el
rodeo, aunque sea más largo el camino, evita el puente, que todos sabemos lo
que se mueve allí”. Y le pilló la redada. Lo metieron con los demás en la
furgoneta y para acá que se lo trajeron. No le encontraron nada, pero tampoco
lo sueltan. No me pidan que les explique porqué. Aquí no hay motivo,
simplemente las cosas pasan. Y digo aquí, porque me han contado que existen
otros lugares en los que no ocurre esto. Yo no hago caso a habladurías, pero la
gente sí se lo cree e incluso se va a buscarlo. Así alimentan a los tiburones,
porque muchos no llegan, se quedan en el camino, se los traga ese mar
traicionero. Como le pasó al hijo de la comadre María. La acompañé a que
reconociera el cuerpo, si es que aquello podía llamarse cuerpo. Dios mío, no
fui capaz de ver en esa masa de carne al Roque, al pequeño Roque que creció
junto a Domingo y se dejó llenar la cabeza de sueños. La comadre sí lo
reconoció, o al menos es lo que quiso creer, porque así pudo darle un entierro.
Les parecerá tonto, pero consuela tener una tumba a la que visitar y llevar
flores.
A mí me cuesta pensar que allí, en la otra orilla,
hay algo mejor que esto. Quizá si lo viera con mis propios ojos… Pero no
piensen que sería capaz de arriesgar la vida por ello. Mi sueño no es dejar mi
país. Al fin y al cabo no se vive tan mal. Si la gente aprendiera a conformarse
y a vivir en paz: comer, comemos todos los días, y un techo no nos falta. ¿Para
qué más?
..Mira qué bien, se va el mamarracho ese, a ver si
tengo más suerte con el que entre...
¿Ven porque no me quejo? Dios acaba sonriéndome
siempre: el que ha entrado es ése al que llamamos “pequeño buena persona”.
“No se preocupe mi doña, que yo se lo hago llegar”,
me ha dicho al coger la comida y la camisa. Ojalá y hubiera alguno más como él.
Ahora ya puedo irme tranquila, andando, a pesar de que es un paseo largo,
porque ni dos pesos llevo para la guagua, pero así me da tiempo para ser
agradecida. Y a ustedes les dejo en paz. Alégrense por mí y no le den mente a todas
las tonterías que dice una vieja cuando el cansancio le amenaza.
...Es más tarde de lo que me creía. Está oscuro.
Espero que la vida me siga favoreciendo y me proteja en el camino que me queda
por delante...