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viernes, 4 de julio de 2014

Una mañana despejada....

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¿Qué haremos en los días de verano que ya llegan? Hoy por la mañana estaba el cielo despejado, pero si alguien va ahora a la ventana, se quedará sorprendido y fijara sus ojos en la plaza.

Abajo en la plaza se puede ver cómo la luz del sol, que ya comienza a salir, se refleja en el rostro terso de una joven muchacha, que esta parada y mira alrededor, y al mismo tiempo se ve la sombra de un hombre que viene rápidamente detrás de ella.


El hombre la ha pasado y el rostro de ella se sonroja.

jueves, 3 de julio de 2014

Muerte en el callejon....




Al anochecer, sentado en la silla de mimbre, Mario creyó ver una extraña silueta, oscura, volátil y alargada andando en dirección al callejón. Aquel mal presagio le hizo recordar su propia muerte. Se levantó con calma y entró en la bodega. Y con gesto firme, en el que se notaba, sin embargo, cierta resignación, agarro la pistola.

En una moto negra, por el estrecho callejón paralelo a la plaza, avanzaba la muerte en una frenética y casi estrepitosa carrera. Mario, desde el porche, reconoció la silueta del enemigo. Se oculto detrás de la baranda, aprontó la pistola y fijo la mirada en el corazón de piedra del sujeto. Moto y delincuente cruzaron la línea imaginaria del callejón. Y Mario, que había aguardado desde siempre ese momento, disparó. La moto se coleo en seco, y el delincuente, con el pecho  perforado, abrió los brazos, se dobló sobre sí mismo y cayó a la acera mordiendo el polvo acumulado en la cuneta.

El disparo interrumpió nuestras labores rutinarias, se escucho en el viento cubriendo de presagios nuestros corazones. Salimos al callejón y, como si hubiéramos establecido un acuerdo previo, todos rodeamos a la víctima. Mi vecino se aparto del grupo, se quito la chaqueta, e inclinado sobre el cuerpo aún caliente de aquel desconocido, lo volteo de cara al cielo. Entonces vimos, alumbrado por los reflejos ámbar del poste de luz, el rostro sereno y sin vida de Mario.

miércoles, 2 de julio de 2014

El Escorpión y el niño....


Cerca de la playa, en una palmera, un niño trataba de tumbar un coco. Al bajarse, un escorpión venenoso lo mordió - ¡Hay! – dijo el niño todo asustado-. Pasaron algunos segundos, minutos, horas, y días sin que el sorprendido niño muriese de la mordedura.

 -¡Seguro que me muero en cualquier momento! -, se estuvo diciendo el niño durante muchos días. El veneno lo tengo dentro y esto no tiene remedio. Resultó que nuestro niño solo tuvo una pequeña fiebre. Su cuerpo era resistente a la ponzoña  del vil escorpión. De haberlo sabido, podría haberse evitado temores y  preocupaciones.

jueves, 24 de abril de 2014

La oveja que queria ser hermosa...




Había una vez una vieja oveja que quería ser una oveja hermosa, y todos los días se esforzaba en arreglarse.

Al principio se compro un peine con el que se arreglaba todo el día buscando su ansiada belleza. 

Unas veces parecía encontrarla y otras no, según su ánimo de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardo el peine en una gaveta.

Por fin pensó que la única forma de conocer su verdadera belleza estaba en la opinión de las demás ovejas, y comenzó a peinarse y arreglarse y  a cambiar de collares (cuando no le quedaba otro recurso) para  saber si las demás ovejas la aprobaban y reconocían  que era una oveja hermosa.

Un día observo que lo que más admiraban de ella era su pelaje, especialmente su lana, de manera que se dedico a comer alfalfa y algarrobos para tener una lana cada vez mejor, y sentía que todas las ovejas la felicitaban.

Y así seguía alimentándose  hasta que, dispuesta a cualquier cosa para que la consideraran una oveja hermosa, se dejaba cortar su lana y los pastores la afeitaban, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que buena oveja, que así afeitada parecía un rabopelado.

martes, 21 de enero de 2014

Home Run...




Comía mi plato de sopa en la mesa, mientras mi abuela bordaba un mantel individual. Al terminar mi sopa, tomé el periódico y me entregue a la lectura del cuerpo de deportes. Repentinamente atine a escuchar en la radio de mi casa la narración del juego de Beisbol.

Agucé el oído ante los comentarios que se desarrollaban en torno al bateador de turno: “El Gato Andrés Galarraga la saco del parque”. Todos los asistentes asomaron sus gritos, su bulla y emociones invadieron el estadio. Mi abuela me preguntó qué pasaba mientras colocaba compresas húmedas sobre mi cabeza que en el abismo de una pesadilla deliraba a cuarenta grados de fiebre.